Descrição
Fue en 1891 cuando lo encontré por primera vez. Wilde tenía entonces eso que Thackeray llamaba el principal don de los grandes hombres el éxito. Su gesto, su mirada, triunfaban. Sus libros asombraban, encantaban. Era rico, era grande, era hermoso, colmado de felicidad y de honores.
Un año escaso había transcurrido desde la muerte de Oscar Wilde (1854-1900), cuando André Gide (1869-1951) escribió el primero de los dos ensayos aquí reunidos, en memoria de un hombre excepcional.